La frontera entre la competición y el cicloturismo cada vez está más difusa, circunstancia que corre en contra de nuestros intereses
Durante los últimos años se ha dado un incremento considerable de marchas o pruebas cicloturistas en nuestro país. Y de forma paralela, las instituciones ponen cada vez más condiciones para su celebración. El enfrentamiento y el debate está servido…
El ciclismo es un deporte en alza. Cada vez somos más los que practicamos alguna modalidad de este maravilloso deporte. Y está claro, cuando uno lleva tiempo dándole a los pedales y siente cómo mejora su rendimiento, le entran ganas de probarse en eventos de diverso tipo. Hasta ahí todo perfecto, pues existe un amplio calendario de competiciones puras para cada categoría, desde los más jóvenes hasta los Máster 60.
El problema reside, de un tiempo a esta parte, en las llamadas marchas cicloturistas en carretera que, se suponen carentes de espíritu competitivo por definición, pero que en algunos casos los organizadores dotan de cierto aire de competición, al establecer cronometraje con chip en meta o trofeos para los primeros clasificados. Ojo, no decimos que nos parezca mal, pero en ese caso quizá deberían cambiar su denominación a ‘prueba o competición ciclodeportiva’.De lo contrario, corremos el riesgo de que dichas pruebas se conviertan en un pequeño caos, como ya ha sucedido en algunos puntos de nuestra geografía, con pelotones interminables de miles de ciclistas, de los cuales los 500 primeros se dedican a sacar medias estratosféricas y los 500 últimos se dedican a acabar como buenamente puedan o, sencillamente, disfrutar de la marcha a un ritmo más tranquilo. Ambas tipologías de ciclista merecen nuestro respeto, por supuesto. Pero tal diversidad de ciclistas, en carretera, para la Guardia Civil, se convierte en una serpiente multicolor muy larga… y muy difícil de controlar y proteger del tráfico abierto, durante horas y horas de celebración de la marcha, salvo honrosas excepciones que todos conocemos.
Vienen entonces los problemas que todos conocemos: parones en medio la marcha para reagrupar, tiempos de corte intermedios que ‘bailan’ y dejan sin protección a cientos de ciclistas… Y ciclistas, por otro lado, que se creen en una competición con tráfico cerrado y se pasan las normas de tráfico por el forro… del cortavientos.A mí me gustan fórmulas como la de la Bilbao-Bilbao, sin chip ni trofeos, pero con diferentes ‘cajones’ de salida, dependiendo del ritmo y la velocidad media que quieras llevar, lo que no quita que puedas ‘apretarte las tuercas’ en algún momento dado, y nadie te va a frenar. O la que están utilizando otras marchas, con recorrido mayoritariamente neutralizado y controlado en cabeza, pero que preparan un tramo (generalmente en ascenso…) para ser cronometrado y establecer una clasificación para los más rápidos.
En cualquier caso, todo pasa por una redefinición de la identidad de estas pruebas y sus condiciones de celebración, con el fin de evitar participantes defraudados y facilitar el trabajo a los cuerpos de seguridad que se encargan de gestionar el tráfico. Si logramos alcanzar ese punto de entendimiento y saber a lo que nos atenemos, unos y otros, conseguiremos que este tipo de eventos sigan creciendo, sí, pero de forma ordenada, sostenible y beneficiosa para todas las partes.Autor: Víctor Marcos – Comunicación y RRSS Bikefriendly